Prof. Eulogio Silverio
La dignidad según Kant se refiere al valor intrínseco e inalienable de los seres humanos debido a su capacidad para la autonomía y la racionalidad.
Kant afirma: «En el reino de los fines, todo tiene un precio o una dignidad. Lo que tiene un precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que está por encima de todo precio y, por tanto, no admite equivalente, tiene una dignidad» (Kant, 2011).
Al inicio de nuestra educación filosófica, podemos adoptar acríticamente las ideas de grandes pensadores. A veces, sus teorías parecen tan perfectas que olvidamos cuestionar en qué basan sus afirmaciones.
Recuerdo un joven de la UASD-Santiago que, durante un evento filosófico, dio un discurso sobre la dignidad humana. Afirmó que los seres humanos tienen dignidad simplemente por ser humanos. Le pregunté sobre el fundamento de esa afirmación, y me respondió que, según Kant, la dignidad es intrínseca e inalienable al ser humano por pertenecer al reino de los fines como legisladores y jueces de sus propias acciones.
Esta afirmación de Kant es gratuita y metafísica al no ofrecer ningún fundamento. Si las piedras pudieran hablar, podrían decir que tienen dignidad simplemente por ser piedras.
Aunque no comparto la perspectiva cristiana sobre la dignidad, al menos admiten que su fundamento es metafísico, basándose en la encarnación de Dios en Cristo.
Por otro lado, aplicando la definición de dignidad de Kant, vemos que casi nada en esta vida tiene dignidad, ya que casi todo tiene un valor equivalente. Si en una situación de vida o muerte debemos elegir entre la vida de nuestra madre y la de nuestro padre, ¿cuál de ellos tiene dignidad?
Algunas personas podrían elegir a la madre y otras al padre, lo que sugiere que uno de ellos no tendría dignidad.
Lo mismo ocurre si debemos elegir entre la vida de nuestra madre o la de nuestros hijos o nosotros mismos.
Este análisis simple muestra que la expresión de Kant no aclara del todo el concepto de dignidad, como comúnmente se piensa.