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Eulogio Silverio

Prof. Eulogio Silverio

Cada vez que un camarada de lucha cae, aunque aceptamos este hecho fatal como parte de la condición humana, nos deja devastados y nos hace ver la brevedad de nuestras vidas y lo vulnerables que somos frente a las enfermedades y la muerte. También nos obliga a reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia y a preguntarnos si hemos vivido bien, de acuerdo con el ideal estoico de vivir bien. Para esta corriente filosófica, vivir bien no se trataba de acumular riquezas, placeres o reconocimiento social, sino de vivir en armonía con la naturaleza y conforme a la razón.

La sorpresiva noticia de la muerte del camarada Ángel Pichardo me hizo recordar su entrega y activismo en plena pandemia del COVID-19 en favor de la salud de los maestros y maestras de la UASD. Se necesita mucho coraje y templanza para ocuparse de la salud de los demás cuando uno sabe que la propia vida se está extinguiendo.

Ángel Pichardo

Prof. Ángel Pichardo

Esa actitud del compañero es consonante con la visión estoica que nos invita a aceptar aquello que está fuera de nuestro control y a enfocarnos en lo que sí podemos controlar, como nuestras propias acciones y actitudes. Como médico y hombre de ideas, sabía que vivir en armonía con la naturaleza y la razón implicaba aceptar el orden natural de las cosas, y la muerte como parte de ese orden. Pienso que por esa razón siempre vimos al compañero Pichardo dando muestra de autodominio y autosuficiencia, siempre contento y satisfecho consigo mismo.

Otro aspecto que recordamos del compañero es ese trato cercano con todo el mundo, incluso con aquellos que no conocía, sin importar su condición social, económica, intelectual o ideológica. Es notable cómo las circunstancias extremas de su enfermedad no le impidieron tener una buena vida. Una vida ejemplar frente a la comunidad académica que tanto le aprecia, una vida que se extinguió muy joven, a pesar de nuestro querer, lo que naturalmente dejó inconclusos muchos proyectos solidarios.

Sin embargo, podemos decir al maestro Pichardo que puede marchar tranquilo y satisfecho del deber cumplido. Tus amigos, hermanos y camaradas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo te damos un gran aplauso por lo mucho que nos brindaste. Ten la seguridad, hermano, de que otros estarán dispuestos a levantar tu bandera y continuar la lucha solidaria, justo allí donde la dejaste, hasta lograr un mundo, como el que soñaste, donde los derechos de todos los seres humanos sean reconocidos y respetados.

Aeternum vale, camarada Ángel Pichardo.