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Eulogio Silverio

Prof. Eulogio Silverio

El relativismo moral se fundamenta en el relativismo cultural que ha existido desde tiempos inmemoriales. Cada cultura y época histórica ha desarrollado sus propios sistemas de creencias y valores, que pueden resultar completamente distintos entre sí. 

Jenófanes mencionaba que los etíopes veían a los dioses con piel negra y narices chatas, mientras que los aqueos los imaginaban con ojos azules y cabello rubio. Además, sostenía que si los bueyes, leones y caballos pudieran pintar con sus manos, representarían a los dioses a su imagen y semejanza.

Cada cultura ha elaborado su sistema de creencias y valores, y ha creído en ellos. Como señala el profesor Yuval Harari, en su libro “Homo deus” los seres humanos son capaces de crear ficciones y creer en ellas, y están dispuestos, incluso a perder la vida o derramar sangre para defender e imponer estos valores a los demás.

Cuando hablamos de relativismo moral en la filosofía occidental, inmediatamente se piensa en los sofistas, en especial, se recuerda a Protágoras por su famosa frase: «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son, y de las que no son en tanto que no son». 

La visión de los sofistas refuerza la idea planteada por Jenófanes de que los seres humanos, en cada contexto cultural, son quienes determinan lo que está bien y lo que está mal.

Las tesis de los sofistas, a veces quieren ser desacreditadas recurriendo al «argumentum ad hominem» o falacia contra el hombre. En realidad ellos eran profesores itinerantes que iban de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, ofreciendo sus conocimientos y sabiduría a aquellos que pudieran pagar por ellos o desearan adquirirlos. En ese sentido, no hay nada que criticar, ya que fueron personas emprendedoras y con conocimientos valiosos que buscaban ganarse la vida enseñando.

Lo realmente importante aquí es que los sofistas observaron que en cada pueblo o ciudad-estado que visitaban, habían leyes, valores morales y creencias particulares y que existían diferencias significativas entre cada comunidad, pero cada una estaba convencida de que sus leyes y creencias eran las más racionales e incluso superiores a las de los pueblos vecinos. En este contexto, es fácil entender por qué los sofistas no asumieron la idea de la existencia de valores universales, ya que eran testigos del relativismo cultural, moral y estético que operaba en los hechos.

James Rechels señala en “Introducción a la filosofía moral” que Darío, rey de la antigua Persia, creía que comprender el mundo implicaba apreciar las diferencias culturales. Descubrió, por ejemplo, que los calacios comían los cadáveres de sus padres, mientras que los griegos practicaban la cremación. Para enseñar esta lección, preguntó a griegos y calacios si adoptarían las costumbres del otro, recibiendo respuestas horrorizadas en ambos casos.” 

Darío había observado lo mismo que Jenófanes y los sofistas: cada pueblo y cultura cree que sus valores son superiores a los demás. Otro caso que señala Rachels, son las extrañas costumbres de los esquimales. Basándose en las fuentes de los primeros exploradores que conocieron la cultura esquimal, menciona que era una práctica común dejar morir a los ancianos cuando ya no podían contribuir a la economía de la comunidad o la familia. Simplemente, los sacaban de la casa y los dejaban en el hielo para que murieran.

Esta costumbre puede resultar espantosa para aquellos que provienen de una tradición judeo-cristiana, ya que es difícil imaginar dar un trato así a nuestros padres o abuelos, o incluso a un enemigo.

Rachels también menciona el infanticidio entre los esquimales, especialmente llevado a cabo contra las niñas, según lo reportado por los exploradores. Se conocieron familias que habían matado a muchas niñas, pero lo hacían porque la comida era escasa y, cuando una familia no podía mantener a una niña o a un miembro de la familia, mataban a las niñas, ya que en la unidad productiva familiar eran consideradas menos valiosas o eficientes. No se trataba de un prejuicio hacia las niñas, sino de una realidad que enfrentaban y buscaban soluciones, suponemos que aprendieron estas prácticas de sus antepasados.

El profesor Rachels aclara que el infanticidio era la última opcion, porque muchas parejas que no podían concebir hijos adoptaban a muchas niñas excedentes, no se debía a un odio hacia las niñas o desprecio hacia los infantes, sino por las razones ya mencionadas. 

También se señala una curiosa costumbre de los esquimales: cuando llegaba un visitante, huésped o amigo, el hombre de la casa ofrecía a su esposa para que durmiera con él y lo calentara, como un gesto de buena voluntad y amistad verdadera. Sin embargo, es difícil imaginar algo así en nuestra sociedad, ni siquiera entre hermanos o los mejores amigos, ya que existe un concepto de exclusividad extrema en las relaciones sentimentales y sexuales.

Rachels, también menciona que entre los esquimales los hombres más poderosos tomaban prestadas las mujeres de los hombres de menor estatus social. Además, las mujeres tenían la libertad de terminar el matrimonio simplemente denunciando a su marido y diciendo que no querían estar con él, sin que ello generará consecuencias negativas.

Observen, que el relativismo cultural conlleva a su vez un relativismo moral, es decir, un relativismo en los valores. Dicho esto daría la impresión de que ya hemos definido el relativismo moral y el concepto relativismo cultural, dando por supuesto que todo el mundo sabe de qué se trata o que existe consenso sobre estos conceptos, lo cual es falso. 

Relativismo cultural es una perspectiva en antropología y sociología, que sostiene que las creencias, valores y prácticas de una cultura deben ser entendidas dentro de su propio contexto cultural y no deben ser juzgadas a través de los criterios de otra cultura (Bohannan, 1966). Según esta perspectiva, no hay una norma universal para determinar lo correcto o incorrecto, ya que lo que es aceptable en una sociedad puede no serlo en otra (Geertz, 1973).

El relativismo moral, por otro lado, es una postura filosófica que sostiene que no hay verdades morales objetivas o absolutas y que las normas éticas y los valores son subjetivos, variando según las personas y las culturas (Harman, 1975). Según el relativismo moral, lo que es moralmente correcto para una persona puede ser incorrecto para otra, dependiendo de sus creencias y su contexto cultural (Wong, 1984).

Un caso que podría ilustrar estos conceptos se produce actualmente en una comunidad de la India, donde una madre ha matado a tres de sus propias hijas. “Emma ha tenido cinco hijas; las dos primeras fueron sacrificadas y logró salvar a las otras tres. Emma es una madre asesina, pero también es una víctima, ya que su familia y los ancianos del pueblo no le dejaron elegir. Ella dice: «Maté a mi hija porque la astróloga del pueblo nos dijo que si no lo hacía, mi marido tendría problemas. Si dejaba vivir a mi hija, mi marido moriría». Y continúa: «La maté con mis propias manos y lloré al darle el veneno».

Observen que esa señora había tenido cinco hijas y había matado a dos de ellas. La que tiene en brazos también estaba destinada a ser envenenada, pero por suerte, una fundación originada en esa comunidad, llamada Tierra de Hombres, interviene precisamente para evitar que las familias maten a sus hijas cuando no pueden mantenerlas. Según ella, la comunidad entera empuja a las madres a matar a una de sus hijas porque, el hombre no puede mantener a tantas.

Observen cómo la familia, la comunidad y la astróloga del pueblo conspiran para que ocurra un acto como este. En nuestra cultura, ¿a quién se le ocurriría aconsejar a alguien que sacrifique a uno de sus hijos? Hay madres y padres que preferirían morir antes de hacer algo así, y mucho menos porque no pueden mantener a sus hijos. Lo que evidencia que los valores morales son relativos de una cultura a otra.

Otro caso interesante es el de los Aghori, una secta religiosa de la India, donde tienen la costumbre de comer carne humana. Las vasijas que utilizan, para comer o beber, son los cráneos de los muertos, y las cucharas también están hechas de huesos de difuntos. Además, consumen marihuana, supuestamente para comunicarse con los espíritus. 

En las religiones como el brahmanismo y el budismo, se entiende que el alma  está atrapada en el cuerpo material y se supone que hay que purificar el alma. Por esa razón recurren a someter el cuerpo material para liberar el alma, que es una entidad universal buscando conectarse con la energía del universo. En el caso de los Aghoris, creen conseguirlo sometiendo todos sus deseos carnales y valores a los del espíritu. En este caso, el canibalismo es el último paso en su renuncia: “deben meterse al río, sacar un cadáver y comer un trozo de carne humana como forma de mostrarse a sí mismo, que han logrado el último paso en su crecimiento espiritual. Por lo visto este es un acto despreciable para los aghoris, pero ellos lo hacen como una forma de someter el cuerpo a la voluntad.

En las sociedades musulmanas encontramos casos que desafían nuestra capacidad de comprensión. Muchos hombres afganos, muy poderosos tienen la práctica de utilizar como esclavos sexuales a niños y no se visualizan a sí mismos como homosexuales.  

– «Se ha enamorado de mi, está claro se muere por mi, encantado de que seguirá contigo esta noche” 

–¿Cuántos   chicos has tenido?

–Yo he perdido la cuenta, alrededor  de tres mil.  Vienen y van, vienen y van.

Observen ustedes como este león dice tranquilamente eso. Esta penosa situación ocurre en Afganistán. Los hombres afganos más poderosos, jefes militares, entre ellos, tienen la costumbre de esclavizar sexualmente a estos menores, para divertirse. 

Está documentado, que toman a estos niños a temprana edad y los enseñan a bailar,  los visten y lo pintan como hembra y naturalmente lo explotan sexualmente.

Según la autopercepción de estos hombres, ellos no son homosexuales. Aunque para nuestra cultura resulta mas que claro que el hombre que se enamora de otro hombre es un homosexual y que el hombre que se enamora de niños, además de homosexual es un pedófilo. 

Otro caso que ocurre en la actualidad en muchos países musulmanes, son las relaciones sexuales y los casamientos de hombres adultos con niñas hasta menores de 12 años. La paradoja es que, en esos países, esas relaciones son legales, moralmente válidas y aceptadas por la religión. 

Para poder entender este comportamiento, debemos saber que Mahoma se casó con Ahischa cuando ésta tenía siete años, aunque algunos musulmanes dicen que el profeta no consumó el matrimonio hasta que ella tenía nueve. Realmente, no entiendo bien la diferencia entre siete y nueve años para este caso. 

Lo interesante en estos casos, es que a estos hombres no les da vergüenza su comportamiento, en sus sociedades nadie los llama aberrados sexuales, nadie los llama pedófilos.

También, debemos decir, que en nuestra cultura, en el pasado reciente, las muchachas se casaban desde que tenían su primera menstruación, desde que se formaban como decían en mi campo,  recordemos el relato de Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”, cuando Aureliano Buendía, el segundo hijo de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, se enamora de Remedios Moscote cuando ella tenía apenas 9 años.

Cuando Aureliano pidió la mano de Remedios, su padre, Don Apolinar Moscote, le dice que todavía es muy joven, que no se ha formado y que aún se orina en la cama. A pesar de esto, Aureliano y Remedios se casan más tarde cuando ella cumple 12 años.

El General larguito dice, “como si tienen 16 a mí me gustan de 13 y esos no tienen que ver, que no que no”, este merengue evidencia que esa práctica era normal, en su época en la República Dominicana, mientras que hoy, quien canta algo así, posiblemente cae preso. 

Otro fenómeno para lo que las culturas tiene raceros distintos, es la homosexualidad, mientras que en muchos paises occidentales se permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, en otros paises como,  Afganistán, Arabia Saudita, Brunéi, Irán, Mauritania, Nigeria (en algunos estados del norte), Pakistán, Qatar, Somalia (en algunas regiones), Sudán y Yemen se castiga con la pena de muerte. 

En occidente, parece existir una agenda para normalizar la practicas homosexuales, toda vez que observamos que casi todas las películas te presentan relación entre homosexuales, incluso en los muñequitos que ven los niños están introduciendo esta ideología. 

Para concluir con este tema vamos a ver lo que dice el reconocido sociólogo Emile Durkheim. “no lo condenamos porque es un crimen, es un crimen porque lo condenamos. Esta idea sostiene que la moral y otros valores, como los religiosos, políticos, y estéticos así como las normas  jurídicas son construcciones sociales y que son las sociedades las que determinan lo que constituye un crimen y lo que no lo es. 

Friedrich Nietzsche, por su parte, afirma que no existen hechos morales como tales, sólo hechos a los que atribuimos valor moral. Esta idea se basa en su visión de que la moral es una construcción humana, no una verdad absoluta o universal. Los valores morales son el producto de las vivencias cotidianas del sujeto que va aprendiendo que tal cosa es mala porque es repudiada por su comunidad y que lo otro es bueno porque es celebrado por esta. 

Si analizamos la situación de  Afganistán, Arabia Saudita, Brunéi, Irán, Mauritania, Nigeria (en algunos estados del norte), Pakistán, Qatar, Somalia (en algunas regiones), Sudán y Yemen se castiga la homosexualidad con la pena de muerte y la comparamos con los paises de occidente donde se permite la relación de hombre con hombre de mujeres con mujeres, llegaremos a la conclusión de que estamos hablando de hechos a los que una sociedad le atribuye un valor moral negativo mientras que otras no. 

Esto confirma que cada grupo tiene su propia cosmovisión. En este sentido, podemos concluir que no existen valores universales. Aunque algunas personas argumentan que hay valores compartidos por todas las sociedades, como la prohibición de matar o robar, pero la realidad es que estos valores varían entre culturas.

En cuanto a la moral, se podría afirmar que todo es relativo de una cultura a la otra. Este relativismo cultural y moral, convierte en error todo intento de establecer una sociedad multicultural. El multiculturalismo, como concepto, no puede abordar adecuadamente las diferencias en los sistemas de valores morales entre las diversas culturas. Una sociedad multicultural, donde todas las culturas puedan coexistir y sus prácticas sean respetadas, resulta absurda, porque esto implicaría que el Estado x, que acepte todas las costumbres como buenas y válidas tendría que abolir muchas de sus leyes. Por ejemplo, debo aceptar como bueno, que, si un hombre de cultura musulmana se muda al lado de mi casa y comienza a enamorar a mi hija de diez años. 

¿Debo mantener los brazos cruzados, si al lado de mi casa se muda una familia que mutila los genitales de sus hijas?, ¿Podría el Estado dominicano aceptar estas prácticas, sin cambiar su propia esencia? 

¿Si un hombre poderoso de Afganistán se muda a la República Dominicana y quisiera tener un niño pequeño como Bacha Bazi para abusar sexualmente, como lo hace en su cultura, el Estado también tendría que permitirlo? 

Evidentemente, esto es absurdo. Un Estado-nación tiene un conjunto de reglas y leyes que deben aplicarse a todos sus ciudadanos y visitantes por igual.

En este contexto, surgen preguntas sobre si todo vale en las diferentes culturas, o si es posible establecer estándares universales. A pesar de las diferencias culturales, es importante reconocer que no todo es válido y que ciertos límites deben respetarse. Sin embargo, también es necesario ser conscientes de nuestras propias perspectivas culturales y evitar imponer nuestros valores morales sobre los demás, considerándolos inferiores.

Nosotros no nos consideramos jueces para juzgar las prácticas de otras culturas. Sin embargo, es importante hablar con claridad y distinguir entre lo que se conoce como normas blandas y normas duras.

Las normas blandas están relacionadas con los valores morales y las sanciones sociales, como el ostracismo o la exclusión de ciertos espacios. Estas sanciones no involucran penas punitivas, como la pérdida de libertad o de bienes.

Por otro lado, las normas duras se refieren a sistemas jurídicos y penales, donde la transgresión de las leyes del Estado conlleva castigos específicos.

Cada sociedad tiene sus propios valores morales, y estos se aprenden a lo largo de la vida. La base de los valores morales no se encuentra en la historia ni en la razón, sino en lo que cada pueblo aprende en la práctica que termina convirtiéndose en psicología. Cambiar este aprendizaje lleva tiempo, ya que las personas están convencidas de que sus tradiciones y costumbres son correctas. Por esa razón los Estado utilizan las normas duras para sancionar castigar lo que sus instituciones consideran incorrecto.

Llegado a este punto, surge la pregunta de si ¿debemos permitir que cada cultura siga sus propias normas morales, incluso si incluyen prácticas como la mutilación genital en niñas o la violencia contra niños como el Bacha Bazi?

Los países pertenecientes a las Naciones Unidas han establecido sistemas de normas y postulados éticos, como los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, para proteger la integridad y los derechos fundamentales de los individuos. Estas normas fueron acordadas por las Naciones Unidas, y en última instancia, buscan asegurar la protección de la integridad física de las personas en todo el mundo.

Entiendo que si las Naciones Unidas llegaron al consenso de los 30 artículos, podrían de la misma manera, ponerse de acuerdo para  prohibir prácticas consideradas dañinas a la integridad física de los individuos, sobre todo si son menores de edad o no están en condiciones de decidir libremente de manera informada. 

Por ejemplo, si un adulto quiere ser homosexual, está bien, pero no se puede involucrar a un niño o niña en esto. Si una mujer adulta decide mutilar sus genitales voluntariamente, está bien, pero no se puede permitir que se haga en niñas.

Los líderes y gobernantes, aquellos con poder e influencia, que han logrado organizarse en organismos como las Naciones Unidas y otros poderes alternativos, deben imponer en su área de influencia los valores acordados por el consenso del conjunto de naciones que conforman ese organismo. Estos valores deben considerarse buenos y aplicarse como tales. Es importante resaltar que en el consenso se encuentra más sabiduría que en la visión aislada de los hechos. 

En resumen, es crucial abordar estas cuestiones desde una perspectiva global y en conjunto, dejando de lado visiones aisladas. Con esto, concluimos nuestra discusión.

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