La narrativa de la familia Ingalls me cautivó profundamente, ya que, de cierta forma, evoca la vida de los personajes de la comunidad rural donde transcurrieron los primeros 12 años de mi existencia. A Mateo y a Fermín, los propietarios de las pulperías del campo, los recuerdo como si fueran grandes tutumpotes, dueños de grandes almacenes repletos de mercancías de todo tipo. Sin embargo, desde una perspectiva más analítica, comprendo que su tamaño no superaba al de un modesto quiosco de un barrio contemporáneo.
La escuela diminuta de la comunidad, donde la profesora Elsa López, procedente de la comunidad de Vueltas Largas a lomo de su fatigado caballo, cada día venía a ejercía su labor docente, se convertía en una figura materna que se interesaba por conocer la situación alimentaria de cada estudiante, en su casa. Esta empatía le permitía intervenir de manera puntual y distribuir de forma equitativa las raciones de alimentos que, en aquella época, los años 70, eran enviadas a las escuelas. No es que estos alimentos estuvieran destinados a ser repartidos entre las familias más desfavorecidas, pero ella lo hacía, siempre sin perjudicar el consumo dentro del recinto escolar.
La escuela se convertía en un espacio multiuso. En su única aula:
– Se proyectó la primera película,
– Se celebraban las festividades locales,
– Se organizaban las jornadas de vacunación,
– Se impartían talleres sobre el mejor aprovechamiento de los productos agrícolas.
La iglesia se erigía como el punto de encuentro ineludible, todos los domingos y en los días en que se producía el fallecimiento de un feligrés, salvo cuando la causa era un suicidio.
Los domingos por la mañana, la iglesia se transformaba en una pasarela social, donde los jóvenes aprovechaban para admirar a las chicas y obsequiarles un dulce o un refresco. El abasto de Mateo era el principal beneficiado de este público.
La junta era una especie de organización comunitaria de carácter solidario en la que participaban los campesinos más humildes. Recuerdo que cualquier campesino podía convocar a una Junta para sembrar su conosco, construir su casa, realizar reparaciones, abrir un camino para transportar sus productos, recoger la cosecha o cualquier otra actividad que, debido a la escasez de recursos, no podría afrontar solo. Este campesino quedaba comprometido para tareas similares con todos los asistentes. Tan serio era este asunto que si un campesino no podía asistir en persona, enviaba sus disculpas y a sus hijos, sin importar la edad, pues los mayores se encargaban del trabajo pesado mientras que los más pequeños distribuían agua o café.
La Sociedad era una asociación de ayuda mutua que sólo se activaba, cuando un miembro de la comunidad fallecía, para cubrir los gastos del sepelio y del novenario, incluyendo la última vigilia, donde se congregaban todos los familiares y amigos. Los encargados de la Sociedad cubrían todos los gastos con los fondos del sepelio anterior y dividían el costo total entre la cantidad de miembros de la Sociedad. Les informaban con estas palabras: *“Fulano salió en 20 o 25 centavos”*. Al recibir este mensaje, todos los miembros sabían que tenían que aportar 20 o 25 centavos.
¿Quienes eran miembros de la Sociedad? El padre de familia y la madre y cada uno de sus dependientes, hijos, padres o abuelos, es decir, todos aquellos que en caso de su fallecimiento esa persona tuviera la responsabilidad de cargar con los gastos.
Recuerdo que muchos criticaban esta organización porque muchas veces se producía un absurdo muy triste, es decir, muchas personas morían en medio de mucha precariedad, incluso de alimentos y medicinas. La Sociedad durante este periodo estaba ausente, pero desde que se producía la noticia del fallecimiento se activaba y en esa casa abunda la comida y los recursos.
El play se convertía en el punto de encuentro de juventud, todos los domingos desde las 10 de la mañana. En este espacio se llevaban a cabo encuentros deportivos entre nuestra comunidad, La Colorada, y otras comunidades vecinas, como Saballo, Vueltas Largas, Imbert, Maimón, Las Avispas, El Café, Don Gregorio, Los Cacao, todavía está ahí, aunque toda la juventud está ausente, para diciembre 25 regresan, incluso desde japón para jugar un partido al que ellos llaman “Los presente contra los ausentes”
Finalmente hermano Joseph, me gustó el personaje del padre de Laura, el señor Ingalls, pues siempre lo asocié con mi Tío Esteban, quien era un hombre equitativo en todas sus acciones, tenía gran habilidad para resolver conflictos, era inteligente, siempre comprometido con el trabajo solidario y, sobre todo, por su capacidad de no dejarse engañar.