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Eulogio Silverio

Prof. Eulogio Silverio

Muchas personas piensan que la conciencia es una entidad metafísica dada por Dios y administrada por él, que nos informa sobre lo que está bien y lo que está mal. 

Algunos dicen que es la voz de dios en nuestro interior, vigilando nuestras acciones y guiándonos.

En la versión de Freud y el psicoanálisis, la conciencia es una especie de voz interior, la voz del padre que está en nuestro interior. Para explicarlo, Freud recurrió a la teoría del ello, el yo y el superyó. 

El ello es la parte instintiva y emocional que busca satisfacer nuestros deseos sin considerar cuestiones morales, religiosas, históricas o culturales. 

El yo, por otro lado, es la parte racional racional  que está vigilante para controlar al ello y evitar que los instintos y deseos nos dominen. 

El superyó, según Freud, es nuestra conciencia moral, la parte relacionada con los valores que nos transmiten nuestros padres, tutores, religión, cultura o figura de autoridad. 

Esta entidad, es la que, según Freud, nos enseña lo que está bien y lo que está mal durante nuestra infancia. Cuando crecemos y tenemos que tomar nuestras decisiones, esa voz interior resuena en nosotros recordándonos lo que nos enseñaron. La cultura popular representa esta voz interior con el símbolo de un diablito y un angelito en nuestros hombros, jalando cada cual para su lado, el diablito del ello hacia el mal y el angelito del yo, tratando de que nos comportemos racionalmente.

Algunas personas sostienen la idea de que la conciencia es un órgano físico localizado en el cerebro, lo cual no es cierto. Asimismo, existe la creencia de que la conciencia se reduce a un único tipo, en concreto, la conciencia moral. No obstante, partiendo de la realidad de que la conciencia, es siempre, conciencia de, existen diversos tipos de conciencia, se podría decir que tantos tipos, como objetos de conocimiento son posibles.

Por ejemplo, un mecánico experto, es capaz de diagnosticar las fallas en un vehículo simplemente escuchando el ruido del motor, es capaz de saber por cuáles razones no enciende, pierde la fuerza o cualquier otra situación, porque tiene conciencia de los principios sobre los que funciona la mecánica, la electricidad y la electrónica. Sin embargo, frente al desmayo repentino de su ayudante en el taller, posiblemente no tenga idea de lo que pasa, esto así porque no conoce los principios sobre los que funciona el organismo humano. 

Sartre, filósofo existencialista francés, por ejemplo, sostiene que la conciencia es un fenómeno no sustancial, no-material, y siempre dirigido hacia algo diferente de sí misma. La conciencia es intencional, lo que significa que siempre es «conciencia de algo».  Para él, no existe conciencia de la conciencia. 

Aunque esto podría parecer una contradicción, no lo es en absoluto, porque ciertamente la conciencia se forma de las imágenes e impresiones que el cerebro a través de los sentidos captan del mundo. Sin embargo, no tenemos el mundo en nuestro cerebro. De ahí que resulte  imposible mirar hacia adentro y ver las imágenes e impresiones captadas. 

Como ya habíamos expresado, la conciencia es siempre intencional: conciencia cognitiva, conciencia moral, conciencia política, artística, ecológica o religiosa.

Es importante tener en cuenta que Sartre distingue entre la conciencia «pre-reflexiva» y la conciencia «reflexiva». La conciencia pre-reflexiva es la experiencia inmediata y no consciente de uno mismo en relación con el mundo. Por otro lado, la conciencia reflexiva implica un acto de introspección y autoconciencia en el que la conciencia se vuelve sobre sí misma.

Llegado a este punto no debemos perder de vista el papel que juega la psicología en la formación de la conciencia. Recordemos que la conciencia es un fenómeno psicológico, que se forma en la interacción entre objeto-sujeto. 

La conciencia cognitiva, por ejemplo, nos permite tener consciencia de nosotros mismos y del mundo. Este tipo de conciencia también la poseen muchos animales superiores, como delfines, perros, elefantes y cuervos.

Observen, que cuando colocamos una marca en el lomo de un delfín, este tratará de ver qué le han hecho. Muchos perros y elefantes reconocen su reflejo en un espejo, de alguna manera saben que no se trata de otro animal, si de su propia imagen. 

Esto implica que tienen conciencia de sí mismos. Lo que nos dice que sus niveles cognitivos son superiores a los de niños muy pequeños, que por lo general se emocionan al verse en el espejo creyendo que hay otro niño frente a él.

Compartimos ciertos tipos de conciencia con otras especies animales, mientras que otros tipos de conciencia son exclusivos de los seres humanos, tales como la conciencia moral que nos permite distinguir, juzgar y legislar sobre lo que está bien y lo que está mal. 

A pesar de que hemos expresado que los seres humanos somos capaces de ser legisladores y jueces de nuestras acciones y las de los demás, podría dar la impresión de que el concepto del bien y del mal en sí mismo poseen un contenido universal al que todos podemos acceder, esto no es correcto, porque cada cultura, grupo ideológico o comunidad define lo bueno y lo malo según sus propia cosmovisión.

Émile Durkheim afirmaba que no debemos decir que un acto hiere la conciencia común porque es criminal, sino que es criminal porque hiere la conciencia común. 

Está expresión de Durkheim expresa la misma idea de Nietzsche cuando dice que no existen hechos morales, solo hechos a los que les atribuimos contenido moral. 

Las cosas, no son malas en sí mismas, son malas porque una comunidad dada las repudia. En nuestra nación, cómo en la mayoría de naciones, matar personas es un hecho negativo moralmente. Sin embargo, esto no es del todo cierto, a la luz de lo que pasó con un general retirado que dio muerte a un delincuente que entró a su casa, le disparó, pero erró el disparo. 

En ese caso, la casi totalidad de la sociedad dominicana estuvo de acuerdo en que este general no debía ir preso, incluso colaboraron con dinero de sus bolsillos, para pagar la mejor defensa posible para que no fuera a la cárcel. Matar personas es malo moralmente, sólo cuando la comunidad que juzga dice que es malo. 

En ciertas aldeas de la India sacrificar a una o varias niñas, cuando la familia no puede mantenerlas, no se considera malo. No es malo, para esta comunidad, porque su conciencia moral aprendió viendo a las figuras de mayor autoridad resolver los problemas de hambrunas por estos medios. Igual ocurría con los esquimales, que sacrificaban las niñas excedentes y dejan morir en el hielo a los ancianos cuando no podían trabajar.  

En República Dominicana se dice, con frecuencia, que las drogas no son malas porque son ilegales, sino que son ilegales porque son malas. Personalmente, estoy de acuerdo con esta idea. Los Estados prohíben el consumo de ciertas drogas, porque  entienden que alteran el estado emocional de los individuos y puede llevarlos a cometer actos que alteran el orden establecido. 

Recientemente, me comentaba  una persona a la cual tengo mucho aprecio, que ella no cree que los grupos musulmanes que tienen la práctica de casar niñas y adolescentes con hombres adultos, realmente actúan convencidos de que esas prácticas son correctas, que todo eso forma parte de una actuación para enmascarar en el ropaje de la cultura sus perversiones sexuales.

Esta es una reflexión interesante, por cuanto, Kant, por ejemplo, ha planteado que cualquier ser racional, podría darse cuenta de qué es lo bueno y qué es lo malo, simplemente colocándose en el lugar del otro, en este caso el el lugar de las niñas.  

Sin embargo, no podemos perder de vista, que las culturas son sistemas ideológicos fuertes que se van arraigando en la conciencia de los individuos a través de las vivencias cotidianas y terminan siendo parte de su  psiquis más profunda. 

Cuando juzgamos desde nuestra cosmovisión, los usos y costumbres de otros grupos, nos resulta casi imposible entender, como ellos no son capaces de llegar a las mismas conclusiones a la que llegamos nosotros. Por ejemplo, la conducta de los musulmanes adultos que se casan con niñas, o las de los afganos que esclavizan sexualmente a niños, los llamados Bacha Bazi, para nuestra estructura psicológica, ese acto resulta impensable, pero, si buscamos en la historia de nuestra propia cultura encontramos una amplia documentación de casos, que evidencian que nuestros antepasados tenían prácticas similares y esto era visto como bueno y deseable.